Este año el Instituto Cervantes celebra sus 30 años de andadura por el mundo. Tres décadas difundiendo el español y, con él, el patrimonio lingüístico y también cultural que es común a todos los países que lo utilizan en el globo. El Instituto tiene su sede central en Madrid, en el bello edificio del antiguo Banco Central, en el que se estampaba el taxista de la canción de Sabina cuando veía llorar a la Cibeles. Presente en 45 países, con sedes abiertas en 88 ciudades, el Instituto lleva a cabo una ingente labor de difusión y protección del español. En la última década los hablantes del español han crecido un 30 % y ha aumentado en un 60 % el número de extranjeros que apuestan por estudiarlo. Más de 700 millones de personas se expresan en español en el mundo, bien porque sea su lengua materna, bien porque lo hayan aprendido; lo que nos sitúa en cuarta posición, tras el inglés (mucho más aprendido que “materno”), el chino (mucho más “materno” que aprendido) y el hindi.
En la celebración de sus 30 años de historia, que se alargará a lo largo de todo el año con diferentes actos, el Instituto Cervantes ha acuñado un hermoso lema: #30añosCreandoHispanistas. Asegura la institución que cada nuevo hablante del español es un embajador. Un hispanista. Un concepto, amplio, en el que caben todos aquellos que se interesan por esta lengua y por la cultura que representa. No exigen expertos, ni grandes estudiosos. Solo amar la lengua y aprender a utilizarla. Y a respetarla.
Las lenguas están vivas. Y unas aprenden de otras. Se crean nuevas palabras, otras desaparecen y algunas, que parecían moribundas, se recuperan. Unas “nutren” a otras; las “otras” a las unas y se enriquecen los vocabularios. Es el hermoso juego de las lenguas. El español, lengua romance, parida del latín, ha bebido del griego, del árabe, del francés, del portugués, del italiano… y, por supuesto, del inglés. Una increíble convivencia que no tiene que hacernos olvidar que se trata de enriquecer, no de empobrecer ni de suplantar palabras. Y mucho menos de perpetrar atentados lingüísticos. Y un hispanista no puede permitir que estos tengan lugar.
En el segmento tecnológico el idioma rey es el inglés. Un dominio que ha creado un buen número de palabras; muchas de ellas incorporadas a nuestro idioma, lo que ha hecho crecer su riqueza. Ningún lingüista se rasga las vestiduras por el uso, frecuente y regulado, de palabras como hardware o software, por ejemplo. Otras, que tienen su correspondiente traducción, también han ganado espacio como es el caso de cloud (nuestra nube), switches (los conmutadores), routers (enrutadores) o partners (los socios de toda la vida). Nada más que vestirlas de cursivas para advertir que son extranjerismos y cumplir con la corrección.
Sin embargo, cada vez es más frecuente contemplar algunos atentados a la lengua por el uso de palabras que nacen de una traducción “literal” al español sin más normas que las que marca el usuario. Se trata de términos como securizar, customizar, clusterizar, eficientar, servitización, inicializar, lincar, atachar o forwardear. La lista es interminable pero en todos los casos son términos incorrectos, perpetrados tras una terrible violación del español, que cuenta con un vocabulario inmenso, con palabras apropiadas para todos y cada uno de estos casos.
La lengua sigue siendo la base de la cultura. Y debemos protegerla. La invitación que nos hace el Instituto Cervantes a ser hispanistas alcanza cualquier lugar y cualquier labor. También en este terreno tecnológico.