Enmarcan nuestras relaciones sociales, cobijan los servicios que necesitamos, observan el acontecer política y económico y albergan nuestra identidad. Son las ciudades; espacios amados y odiados, tan necesarios como despreciados, que deben acometer en los próximos años el mayor reto de su historia: ser el espacio que acoja a la mayor parte de la humanidad manteniendo los máximos niveles de servicio para el que es su razón de ser: el ciudadano. Un reto que pasa por hacerlas inteligentes: que “piensen” y “sientan” de una manera diferente con nuevos modelos de gestión integrales, en los que la tecnología, una vez más, se convierte en el pilar de esta nueva inteligencia.
Hace cien años solamente veinte ciudades de todo el mundo superaban el millón de habitantes; hoy son más de 400 y su número sigue aumentando. Calcula la ONU que cerca de 2.000 millones de personas habitarán en ciudades de ese tamaño en 2025 y si ahora más de la mitad del mundo vive en ciudades, que ocupan solo el 2 % de la superficie de la tierra, en 2050 casi un 70 % de la población mundial será urbana.
Un panorama, abrumador, que abre un sinfín de retos —y de preocupaciones— a los que poblamos estas ciudades que deben aprender a gestionar sus recursos, sus infraestructuras y sus servicios de una manera mucho más eficiente, equilibrando la necesaria competitividad con un desarrollo urbano sostenible. Una gestión en la que aparece una palabra clave: la inteligencia. Y con ella, el concepto de smart city. “Se trata de comunidades inteligentes conectadas, donde sistemas y servicios, antes dispares, como sanidad, educación, transporte, seguridad, energía o agua se conectan y se gestionan a través de una misma plataforma abierta e integradora basada en las redes IP”, describe Ignasi Errando, director de Internet de las cosas en Cisco España.
Una ciudad que debe estar volcada en las necesidades del ciudadano que se erige en su centro neurálgico. “Debe permitirle participar en las decisiones, reducir los efectos de la polución, mejorar el día a día del transporte, del trabajo y del ocio y trabajar para alcanzar un estilo de vida saludable en los ciudadanos. Y esto afecta también a los negocios y a las empresas que desarrollan sus productos y servicios”, enumera Josema Cavanillas, head of big data & security de Iberia de Atos.
Para llamar inteligente a una ciudad, además de dotar a estos ciudadanos de las tecnologías necesarias para hacerlos partícipes del día a día y del desarrollo de la ciudad, hay que hacer “inteligentes la movilidad, el inmobiliario y el mobiliario, aplicando sensores, sistemas de medición y reducción del consumo o sistemas de geolocalización”, apostilla Alberto Bernal, responsable global de territorios y comunidades inteligentes de Indra. “Sin olvidar la hiperconectividad: crear los nodos necesarios para poder conectar múltiples dispositivos electrónicos a una red”.
Aunque la industria TI defiende que la clave de la inteligencia de una ciudad es apoyarse en la tecnología, el concepto de smart city trasciende mucho más allá y se aplica a términos de innovación, sostenibilidad y calidad de vida. “La tecnología es un recurso transversal para la correcta gestión, implantación y crecimiento de una ciudad Inteligente”, matiza Miguel Ángel Bustos, director del sector público Enterprise Services Iberia de Hewlett Packard Enterprise.
Sin tecnología no hay inteligencia; al menos en una ciudad. Olga Blanco, directora de sector público en IBM Global Business Services España, se atreve a matizar que esta nueva concepción de la ciudad más que en la tecnología tiene su base en los datos. “Sin ellos no es posible hacer nada. La ciudad está llena de datos y cada ciudadano es creador y portador de ellos. El reto principal no es sólo recogerlos sino, y sobre todo, analizarlos con el fin de tomar decisiones operativas y estratégicas para mejorar la vida de los ciudadanos”. A su juicio, el concepto de smarter cities se queda corto. “Hay que hablar también de smarter communities, smarter buildings,… Se trata de llevar la inteligencia que te permite la tecnología a cualquier ámbito en el que esté el ciudadano, con los medios que tenemos en la actualidad. Se trata de saber y analizar lo que está ocurriendo para predecir lo que puede ocurrir y por tanto, tomar decisiones”, insiste.
Un concepto que encaja en cualquier ciudad, grande o pequeña; y que puede arrancar desde un área concreta para extenderse al resto. “Hoy en día la tecnología permite que los proyectos no sólo los aborden los grandes ayuntamientos sino también los más pequeños: lo importante es analizar la idiosincrasia de cada una de ellos y, dependiendo de su perfil, arrancar en uno u otro ámbito”, explica la directiva de IBM. “Un alcalde de cualquier ciudad puede observar, desde una tableta, lo que pasa en la ciudad: tráfico, emergencias, sanidad, medio ambiente, etc.”
España, a la vanguardia
El concepto de ciudad inteligente goza de una gran implantación en España. Los primeros proyectos arrancaron en 2013 y en los años siguientes el desarrollo ha sido enorme. Según IDC, de las más de 170 iniciativas europeas desarrolladas a día de hoy sobre smart cities, España ocupa el segundo lugar con más de 20 grandes iniciativas, con Reino Unido a la cabeza con más de 70. Italia ocupa, con 10 iniciativas, el tercer lugar.
Las ciudades españolas han desarrollado los proyectos smart utilizando diferentes aproximaciones. Marieta Rivero, directora general adjunta a Chief Commercial Digital Officer en Telefónica, explica que en algunos casos se trató de implementar una solución a un problema específico (iluminación, transporte, gestión de residuos o la seguridad, por ejemplo) mientras que en otros proyectos se abordó el problema con una solución integral a través de una plataforma de IOT (Internet de las cosas) que integrara las diferentes soluciones e hiciera posible una gestión de los datos eficaz e inteligente para la toma de decisiones y creación de cuadros de mando de los servicios de la ciudad.
La capacidad smart no es excluyente del tamaño de la ciudad. En el caso de ciudades más pequeñas se han desarrollado iniciativas conjuntas y han creado el concepto de territorios inteligentes, que apoyados por una organización supramunicipal, ayuda a mejorar su capacidad financiera y facilitar las economías de escala para rentabilizar la inversión y darle sostenibilidad a los proyectos. Es el caso, por ejemplo, de La Palma, o de Smart Costa del Sol.
Sin embargo, hay algo común a todos. “Los municipios deben elaborar su plan estratégico, a largo plazo, y definir qué ejes quieren desarrollar”, alerta Marieta Rivero. “La ciudad del futuro no se puede construir en una legislatura”, asegura. A su juicio, los casos de éxito en España han trabajado sus proyectos bajo un plan con liderazgo del alcalde. “La utilización de los fondos europeos destinados a innovación urbana, que algunas ciudades se han anticipado a captar gracias al liderazgo de sus alcaldes, al apoyo de empresas y universidades y a la existencia de un ecosistema empresarial dinámico, han permitido una inversión tecnológica en experiencias piloto e iniciativas smart que han situado a algunas ciudades españolas en la punta de lanza de este movimiento”.
Apoyos institucionales… E impulso privado
Entre 2014 y 2015 el Gobierno destinó 188 millones de euros al Plan Nacional de Ciudades Inteligentes (enmarcado en la Agenda Digital para España) que impulsa el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, a través de Red.es, y que cofinancia el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), cuya finalidad es fortalecer la cohesión económica y social en la Unión Europea y corregir los desequilibrios entre sus regiones.
Un plan del que formó parte en 2014 la primera convocatoria de “Ciudades inteligentes” con un presupuesto de 15 millones de euros, del que se beneficiaron 13 proyectos que se encuentran en pleno proceso de ejecución. Una convocatoria que únicamente se circunscribió a administraciones de Andalucía, Castilla La Mancha y Extremadura ya que eran las tres comunidades que en ese momento tenían disposición de fondos europeos.
El pasado año se hizo una segunda convocatoria de “Ciudades inteligentes”, con un presupuesto de 48 millones de euros para entidades locales con más de 20.000 habitantes (ayuntamientos, mancomunidades, cabildos, consells y diputaciones), así como todas las comunidades autónomas uniprovinciales. En esta oportunidad se ha unido la primera convocatoria de “Islas inteligentes”, que tiene destinado un presupuesto de 30 millones. Los proyectos podían tener un presupuesto máximo de 8 millones de euros, que Red.es financiará hasta en un 80%. En la actualidad se están calificando 108 proyectos, que contemplan inversiones que suman 261 millones procedentes de todas las comunidades autónomas. Andalucía, con 20 proyectos, es la comunidad con más propuestas. A continuación se sitúan la Comunidad Valenciana (14 proyectos), Castilla y León (12 proyectos), Madrid (8 proyectos), Cataluña (7 proyectos) o Murcia (5 proyectos). Las islas también han presentado proyectos: 3 en Baleares y 10 en Canarias.
A todos estos proyectos se suma otra iniciativa supracomunitaria, que engloba a las ciudades de Madrid, Zaragoza, La Coruña y Santiago de Compostela, que prevé una inversión de 2,1 millones.
Tal y como especifican desde Red.es, “estas iniciativas deben impulsar la industria e implicar ahorros cuantificables y por periodos, o mejoras de eficiencia en los servicios públicos”. La entidad recuerda, como es lógico, que se presentan muchos más proyectos de los que puede financiar: en el caso de esta segunda convocatoria se cuenta con un presupuesto de 48 millones de euros y han llegado proyectos por valor de 261. “Las ayudas son imprescindibles para impulsar las ciudades inteligentes y nos gustaría contar con más medios”, aseguran desde el organismo. ”Pero se ha hecho un esfuerzo muy importante», recalcan. «España es líder en el desarrollo del concepto de ciudad inteligente y muchos países nos observan como modelo». La entidad pública destaca que España cuenta con «magníficas infraestructuras de conectividad y elevados índices de penetración de dispositivos móviles, dos aspectos imprescindibles para que las ciudades inteligentes funcionen». Donde sí que queda más recorrido es en el ámbito de la participación ciudadana, tal y como pone de manifiesto la Guía Metodológica de Ciudades Inteligentes que ha publicado el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI).
En este Plan Nacional de Ciudades Inteligentes se integran otros proyectos específicos de organismos públicos como el de destinos turísticos inteligentes de Segittur, que se está llevando a cabo en más de una docena de municipios españoles para mejorar la eficiencia de las entidades locales en la prestación de los servicios públicos a través del uso de las TIC.
Los proveedores TI son conscientes de su papel en la implantación de la inteligencia ciudadana. Miguel Ángel Bustos apela al concepto de co-responsabilidad de los distintos agentes sociales (Administraciones, empresas y ciudadanos), para impulsar este desarrollo tecnológico. “Si bien deben ser las Administraciones las que aúnen y coordinen el desarrollo de las nuevas políticas de gestión de la ciudad y dirijan los esfuerzos de esa transformación”, puntualiza. A su juicio, los casos de éxito que se han desarrollado en España han sido el resultado de “proyectos singulares promovidos por el esfuerzo de administraciones locales que han tenido la visión o la oportunidad de transformar alguno de los servicios que prestan a sus ciudadanos”. Bustos considera que es un buen momento para incorporar políticas centrales o regionales dentro de la Agenda Digital de nuestros gobiernos para “unificar criterios, impulsar el desarrollo de los servicios digitales y equilibrar la brecha digital entre las ciudades que están a la cabeza de esta transformación digital y el resto”.
No obstante queda un largo recorrido para pasar de estos primeros “ensayos y pilotos” a los despliegues generalizados. Miguel Baena especifica que para conseguirlo hay que obtener resultados de los casos de negocio que justifiquen con realidades las promesas de eficiencia económica de las nuevas soluciones. “Sólo así se logrará una mayor disponibilidad económica”.
¿Qué frenos se imponen a la inteligencia?
La escasez de presupuesto se sitúa, como no podía ser de otra manera, a la cabeza de los frenos al desarrollo de la inteligencia en las ciudades. Alberto Bernal incide en que la falta de financiación afecta tanto a la parte pública como a la privada. “Es necesario avanzar en modelos de colaboración público-privada y para ello, los actores de uno y otro ámbito deben encontrar su lugar en la cadena de valor de la ciudad inteligente, así como los modelos de negocio y de servicio adecuados a cada proyecto”.
Buscar consenso en el desarrollo y la adopción de un estándar de Internet de las cosas (IoT) resulta vital. El programa de la UE, Future Internet, es un ejemplo de colaboración público privada en este sentido. La UE propone FI-WARE como tecnología de referencia para el dominio de IoT y compañías como Atos, Nec, Orange, Intel o Telefónica están respaldando la creación de un grupo de especificación de la industria para facilitar una forma simple de coleccionar y publicar información en tiempo casi real de los verticales y sensores desplegados en las ciudades. “La interoperabilidad entre las plataformas IoT es un aspecto crítico para maximizar el valor de los datos que aportan las aplicaciones y los beneficios que deben suponer para ciudadanos, empresas y ayuntamientos, que se derivan de esa información. Un 40 % del valor del IoT reside en que las plataformas donde estén conectados los servicios puedan hablar entre ellas”, explica Marieta Rivero.
Más de 75 ciudades de 15 países se han sumado a una iniciativa (Open and Agile Smart Cities) para apoyar el uso de FI-WARE en proyectos de smart cities. De las 75, 8 son ciudades españolas (Valencia, Santander, Málaga, Sevilla, Sabadell, Guadalajara, Murcia y Las Palmas de Gran Canarias).
Actualmente, la mayoría de las ciudades no tienen sus servicios conectados bajo una plataforma común. Ignasi Errando, como no podía ser de otra manera, apela a las redes IP que “permiten no sólo crear edificios inteligentes, conectados y controlados por los ciudadanos y las empresas, sino conectar en un sistema unificado la gestión de todos los servicios urbanos (transporte, sanidad, seguridad, energía, residuos, educación, etc.) con el fin de optimizarlos y reducir sus costes, así como aprovechar esta plataforma para fomentar la creación de nuevas empresas y atraer capital económico y humano”.