La percepción del espacio en el que nos movemos tiene mucho que ver con la actitud que tomamos en la vida. Así, una oficina diáfana, construida sobre un gran espacio, repleta de ventanas y en la que disfrutamos de una enorme y despejada mesa de trabajo se nos puede tornar en un cubículo infecto por obra y gracia de lo que allí hacemos o de con quién lo compartimos. De la misma manera, espacios de trabajo más pequeños, con mesas más reducidas, en los que tu codo se armoniza, vía la ilusión compartida, con el de tu compañero, pueden estar llenos de luz.
En verano, sin embargo, las vacaciones siempre te despejan el horizonte y la grandeza asoma por cualquier ventana. Nada tiene que ver el lugar ni el precio que se invierte. Cerca o lejos, caro o barato, en países lejanos o al pie de casa, en compañía o buscando la soledad. El horizonte se ensancha y el alma reposa.
Disfruten de su horizonte este verano.