La identidad digital y el uso de certificados digitales como herramientas para su preservación se han convertido en pilares fundamentales para la seguridad, la confianza y la eficiencia en el mundo digital.
Hasta 1990 la documentación digitalizada sobre una entidad era muy reducida y quedaba restringida a documentos jurídicos y legales, pero es a partir de la popularización de Internet cuando se abre un nuevo camino en la digitalización y en el intercambio de información, siendo lo que conocimos como web 2.0 lo que aceleró el proceso vertiginosamente, poniendo sobre la mesa el concepto de identidad digital.
En el mundo analógico, los individuos y las empresas nos hemos identificado a través de nuestro nombre, marca, DNI, CIF o nuestra firma manuscrita; si bien este entorno siempre contó con numerosos problemas de preservación de la identidad, no son menores a los que ahora nos enfrentamos para proteger nuestras identidades en el entorno digital, teniendo que garantizar tres premisas claves para la relación entre las organizaciones y los individuos: seguridad, confianza y eficiencia.
“El certificado es uno de los mecanismos más fiables a la hora de preservar identidades”
Por lo que respecta a la seguridad, es de obligada necesidad tener protegidos los accesos a la información confidencial y solo si contamos con sistemas robustos en las organizaciones y comunicaciones podremos garantizar esta seguridad.
La segunda premisa es la confianza. ¿Qué precio (económico y reputacional) pagan aquellas entidades que ven vulneradas sus identidades y comprometida la información y los datos de terceros? Como cualquier relación que se establece entre personas o corporaciones, y en el entorno digital no lo es menos, la confianza solo puede crearse y desarrollarse en entornos seguros y que, por tanto, garanticen la transaccionalidad de la información.
Y, por último, y como consecuencia de estas dos anteriores, la eficiencia, tan necesaria a la hora de realizar autenticaciones en sedes electrónicas, transacciones electrónicas o validar datos y documentación en sedes y organismos.
En este contexto se ha avanzado sustancialmente en diferentes métodos para lograr sistemas y estándares de autenticación. Desde simples credenciales de acceso hasta sistemas de autenticación multifactor (MFA), tokens de seguridad, blockchain o biometría, son algunos métodos utilizados a la hora de validar nuestras identidades. Si bien, el certificado digital se ha posicionado como figura de especial relevancia dadas sus características y capacidad de gestión centralizada, como muestra la cifra de emisiones, que en el último lustro se ha situado en el 22 %. Este crecimiento se debe a que el certificado es uno de los mecanismos más fiables a la hora de preservar identidades ya que utiliza criptografía para vincular una clave pública con la identidad de una persona, entidad o dispositivo. Representa verdaderos documentos de identidad digitales, permitiendo la autenticación en línea y la validez de las firmas digitales, garantizando que una comunicación en línea provenga de una fuente verificada y reduciendo el riesgo de suplantación y ataques de phishing, al asegurar que los datos no han sido alterados durante la transmisión. A ello hay que añadir un elemento diferenciador: el no repudio, que permite ofrecer pruebas irrefutables de la identidad de las partes implicadas en una transacción digital.
En este contexto, las soluciones de gestión centralizada de certificados, de las que España es pionera en su desarrollo, están permitiendo a las organizaciones alcanzar un siguiente nivel en la gestión de la identidad dentro del marco de sus estrategias de ciberseguridad. Este es el nuevo reto que tenemos por delante: concienciar sobre su imperativa necesidad.