Muy atractivo se torna el debate en torno a la tendencia que marcará el futuro de los centros de datos. Tras el reinado, inapelable, de los grandes centros de datos que han ejercicio su tiranía en los últimos años, desde hace un par de ejercicios, y al amparo del crecimiento imparable del Internet de las cosas, algunas compañías TI han empezado a propagar el mensaje de que en los próximos años van a proliferar los “micro centros de datos” (edge computing en la lengua anglosajona). Algunos datos se alían con esta previsión: las consultoras prevén que entre el 40 y el 50 % de los datos procesados en el IoT acabarán alojados en infraestructuras locales. Una previsión que, de cumplirse, “ubicaría” en el lugar que le corresponde a la nube, y abriría una enorme oportunidad al desarrollo de una red de pequeños centros de datos, dispersos y receptores de toda la información que expiden la multitud de dispositivos conectados. Unos sensores que, en principio, exigirían una computación en tiempo real para obtener resultados inmediatos. Según esta vía, el edge se convertiría en el brazo del IoT.
Sin embargo, frente a estas tendencias descentralizadoras, hay compañías, dueñas de grandes estructuras, que siguen abanderando que el futuro del centro de datos estará marcado por el gran tamaño. Están convencidas de que, a pesar del crecimiento del IoT y la proliferación multitudinaria de sensores emisores de datos, no será necesario el concurso de estos diminutos centros de proceso. ¿La razón? La extraordinaria red de comunicaciones que exhibe nuestro país: tras Japón y Corea, España es el tercer país a nivel mundial en calidad y despliegue de fibra óptica (nuestra red es la suma de la que exhiben, juntas, Alemania, Francia e Italia). Ahí es nada.
Junto a este potencial, el despliegue absoluto del 5G en 2020 desterrará, según este grupo de “centralistas”, el gusto por el mini centro de datos. Al hilo de sus argumentos, la latencia y el ancho de banda que exhibe esta tecnología van a facilitar las comunicaciones en tiempo real con el centro de datos por lo cual no existirá esa necesidad de tener una capa de computación y almacenamiento cerca del dato. Quizás en otros países que no cuentan con esta potencia comunicativa, prevén, este fenómeno sí tendrá más recorrido.
La “batalla”, por tanto, se torna ciertamente atractiva. Y no solo entre los proveedores sino también en el canal. En el debate en torno al centro de datos que celebramos el pasado mes de junio, planteada la cuestión, el cuarteto mayorista que acudió no se mostraba demasiado receptivo a la implantación del edge. Al menos por el momento. Sin duda alguna, el desarrollo de IoT, que apenas ha empezado a dar sus primeros pasos en nuestro país, puede ejercer de juez implacable en esta disputa. Por otro lado, Intel, referencia obligatoria en este apartado del cómputo, está trabajando en el desarrollo de procesadores adaptados al edge con muchos cores y poca frecuencia, lo que señala que la descentralización se pinta en el horizonte. Quizás se imponga la convivencia de ambas tendencias. El canal, de cualquier manera, deberá estar atento a ambos movimientos. Y sobre todo a los clientes que son los que, definitivamente, marcarán el camino.