Desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prohibiera el uso de tecnología de “adversarios extranjeros” y Google diera el primer paso suspendiendo los negocios con Huawei que requieren transferencias de hardware o software, se han ido sucediendo los problemas para la compañía china.
Al veto se han sumado otras compañías tecnológicas como Intel, Qualcomm, Toshiba o Vodafone. El último “varapalo” para Huawei ha venido de la mano de la SD Association y de la Alianza Wi-Fi, que han decidido su expulsión de estas entidades para cumplir con el “mandato” de la Administración de Trump.
La reacción del proveedor no se ha hecho esperar y en un comunicado ha señalado que está “decepcionado ante estas decisiones” y reitera que “no ha violado los estatutos de ninguna de estas organizaciones“. A su juicio, estas acciones “van en contra de los principios que pretenden mantener y socavan su credibilidad como organizaciones internacionales”.
Huawei ha resaltado que seguirá trabajando con el resto de organizaciones que no le han retirado su confianza —es miembro activo de más de 400 organizaciones de estándares, alianzas industriales y comunidades de código abierto— para contribuir al desarrollo de las TIC a largo plazo.
En el fondo de este conflicto está la guerra comercial de Estados Unidos con China y podría tener otras repercusiones para las empresas norteamericanas, además de los problemas que acarreará a los usuarios. Un posible boicot a los productos de Apple podría ser el principio, aunque el CEO de Huawei ha negado que su compañía pida represalias. Lo que sí ha dejado claro Trump es que podría quitar a Huawei de la lista negra si se logra un acuerdo comercial con China.
¿Este conflicto perjudicará a todo el sector TIC? ¿Ha sido correcta o desproporcionada la reacción de parte de la industria tecnológica ante el veto a la marca china?