Ni jugar con Angry Birds ni localizar enclaves con Google Maps. La Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) utiliza cualquier resquicio para recabar datos de la población, un hecho que constata que la cibervigilancia campa a sus anchas, tanto en el terreno tradicional, unido al ordenador, como en el campo de la movilidad, a través de la vigilancia exhaustiva de los teléfonos inteligentes.
Vicente Díaz, analista senior de malware de Kaspersky Lab, recuerda que la información que proporcionan estas aplicaciones, ya de por sí valiosa para anunciantes y desarrolladores, se ha tornado fundamental para las agencias de inteligencia. “Muchos de estos juegos permiten jugar con los contactos y amigos, lo que favorece la creación de redes de personas”. Precisamente, la última versión de Angry Birds solicitaba permiso al usuario para acceder a la ubicación, el estado del teléfono y los SMS. Díaz recuerda que esto no sólo sucede con estos pájaros sino con buen montón de aplicaciones. “Solo es un ejemplo de cómo algo aparentemente inocente se puede utilizar con fines muy distintos”.
Dejar de jugar o de utilizar las aplicaciones del teléfono no es la solución. “No sabemos la cantidad de datos y el número de aplicaciones que pueden estar siendo supervisadas por los servicios de inteligencia, pero probablemente existan muchas, por lo que el problema de la cibervigilancia es mayor de lo que pensamos”, remata.