Hablemos de cifras. El PIB anual español, es decir, la suma de las transacciones económicas que se dan en España en un año, es algo superior a los mil millardos de euros, lo que en inglés se llama “billion” pero aquí no, aquí un billón es lo que los ingleses llaman “trillion”. Pues ese es el volumen de la economía española en un año, 1,3 billones de euros. Estamos por debajo de Italia, que tiene 1,9 billones y somos un tercio de Alemania, con aproximadamente 3,8 billones.
El 61 % de esa masa lo mueven las pymes y las micro pymes. Ellas suponen más del 99 % del tejido empresarial (99 de cada 100 empresas en España son una pyme) y emplean al 70 % de la masa laboral. Hablando de personas, el número medio de empleados de una pyme es de siete, frente a los 25 de la pyme alemana.
Siendo la mayor fuerza que impulsa la economía española, siendo el segmento del que todos se acuerdan cuando empieza la tormenta, la pyme es relegada permanentemente a un segundo plano en ayudas y subvenciones, ahora que Europa riega el huerto con fondos de liquidez de volúmenes mareantes. Y no por no tener acceso a esos fondos, sino más bien porque el proceso burocrático necesario para solicitarlo es para verdaderos especialistas en la materia, que tienen que dedicar sus 40 horas semanales a cumplir con los requisitos documentales para hacer una presentación de un proyecto o solicitar una subvención de 3.000 euros sobre una instalación fotovoltaica, por ejemplo.
Economía de escala
Y aquí funciona a la perfección la economía de escala. Una gran empresa tiene recursos suficientes para dedicar 40, 80, 240 horas semanales a cumplimentar formularios y presentar proyectos en tiempo y forma, porque el monto final de la subvención va a pagar el salario de las personas que están trabajando a tiempo completo en el tema, y mucho más. Es un buen negocio. Pero una pyme de siete empleados, ni lo intenta. No puede. A menos que el propietario se siente un sábado o un domingo a leer el BOE y vaya recopilando datos y rellenando formularios hasta que falle en algo. Ante este panorama asoman la cabeza también los bancos, que suelen ser las entidades catalizadoras de ciertas partidas y que conocen perfectamente los mecanismos y las palancas a accionar. Estos, en total sintonía con la gran empresa, se lanzan al festín de los fondos que se reparten entre unos pocos.
Ética
Parece un cuento darwiniano, pero es la realidad. Y la pyme mientras, intentando sobrevivir y mendigando líneas de crédito para mantener la liquidez necesaria para la mera supervivencia, que los bancos niegan (60.000 millones menos de crédito concedido frente a 2022 en lo que va de año). Otro cuento darwiniano. Pero a la hora de venderles algo, todos a por la pyme. Y eso no es ético. En los negocios también debe imperar la ética. Y la ética nos dice que, si la pyme es el sustento de la economía, todos debemos estar siempre al lado de la pyme. No sólo cuando truena.