Hace años los piratas surcaban los mares a la busca de botines varios y tesoros robados. Casi al mismo tiempo que el navegante, ser atrevido que rompe olas con una enorme carga de afán aventurero; nace el pirata, un individuo con una considerable falta de vergüenza que aprovecha las singladuras mercantiles de los primeros para hacer su rapiña.
En pleno siglo XXI, algunos de los piratas que aún surcan el mundo lo hacen en los mares del software. Ya no buscan los tesoros que viajaban con rumbo a España, ni las riquezas guardadas en bodega en los galeones de su graciosa Majestad británica (también ella tenía piratas propios, por cierto, corsarios se llamaban). Su pretensión “únicamente” es vivir del cuento, sin abonar ni un doblón por disfrutar de lo que el resto de los mortales paga por utilizar. Con impunidad, la mayoría; con alevosía, algunos. Y con chulería, casi todos. El pasado mes de junio, conocimos el ratio de piratas de software que navegan por el mundo. Un estudio que IDC realiza cada dos años a petición de BSA y que en este, correspondiente a 2013, España queda retratada como una confortable isla Tortuga. De cada 100 programas de software instalados en España, el 45 % tiene bandera pirata. Es decir, surca los mares de manera ilegal. Un ratio que nos coloca en una de las peores situaciones de los últimos años: un ejemplo, en 2007 el ratio era del 43 %. Y lo que es más preocupante: nos aleja mucho de las singladuras medias de Europa Occidental, que se sitúa en un 29 %; o de la UE, cuyo ratio pirata es del 31 %.
Si los avezados portugueses, insignes navegantes, decidieron construir, gracias a su rey más aventurero Manuel I, una hermosísima torre de Belém en su estuario del Tajo para poner freno a los sangrientos piratas… ¿Qué hay que construir en España? Y lo más importante, ¿quién es el máximo responsable de la obra? BSA, lógicamente, es la entidad que debe enarbolar la bandera de la legalidad sin embargo no sólo ella debe poner piedras en la torre. Aunque son las empresas de software las primeras interesadas en que los piratas tengan cada vez más dificultades es fletar barcos, el gobierno y la Agencia Tributaria también deben empezar a poner ladrillos. Tal y como recordaba Fernando Valderrama, portavoz de la legal entidad en España, el software ilegal destruye riqueza y, sobre todo, puestos de trabajo. Una riqueza de la que España está sedienta y que no puede dejarse robar. Valderrama calculaba en más de 17.000 millones de euros el impacto que tiene nuestro índice de piratería en el PIB español. Demasiado.
Igual de sangrante resulta la falta de respeto por la propiedad intelectual que refleja ese 45 %. Piratear aquí es como plantar flores es una maceta. Fácil, fácil. Nadie valora la siembra, ni el riego, ni el abono… Copiar está chupado y además es gratis.
Por ello, desde BSA, más que abogar por la soga con que las Coronas española o portuguesa premiaban a los piratas, defienden la concienciación, la formación y las campañas que nos enseñen, a todos, a que el software atesora un enorme valor que hay que pagar. Ante ese 45 %, nuestra torre de Belém se observa enanita, casi ridícula, por tanto se impone seguir colocando piedras. La Administración tiene mucho cemento. Y las marcas de software también. Veremos de qué son capaces en los 2 próximos años.