460 kilómetros cuadrados bastan para agrupar los lugares más importantes de culto para más de 4.400 millones de fieles. 460 kilómetros cuadrados que se convierten en encrucijada de los tres grandes credos que, aunque ahora nos parezca imposible, comparten muchas cosas.
Para no hacer esto interminable, pongamos tres ejemplos de concordancia. El primero, y principal, es que sustentan su creencia en uno solo al que llaman con diferentes nombres: Dios, Alá, Yavhé. El segundo, Abraham, que aparece en los tres libros sagrados, es la piedra sobre la que hacen reposar, los tres, sus posteriores cincelados de fe. Y el tercero, María, venerada por los cristianos, es nombrada hasta 70 veces en el Corán (Maryam la proclaman en árabe).
Jerusalén, ciudad santa para el terceto, está repleta de triodos. El más hermoso, el cenáculo. Reúne en un mismo espacio el sitio donde, según la tradición cristiana, Jesús celebró la última cena; una habitación en la que en la pared que apunta a la Meca hay un hermoso Mihrab mientras que la planta inferior alberga una sinagoga. Un tres en uno en toda regla.
Merece análisis aparte observar los lazos que unen los tres lugares más santos de la Ciudad Vieja. Para los judíos, nada hay más importante en Tierra Santa que el muro de las lamentaciones. Un muro que sirve de pilar principal para sostener la explanada de las mezquitas, donde se ubica la impresionante Cúpula de la Roca, el tercer lugar sagrado del Islam después de La Meca y de Medina. Por último, las llaves del santo sepulcro, repartido “a partes iguales” entre armenios, franciscanos, ortodoxos y etíopes, están en manos de dos familias musulmanas, que se encargan de abrir y cerrar cada día el sagrado lugar cristiano desde el siglo XII.
Hasta aquí la hermosa poesía de la unidad que, tras siglos de guerras, se torna pánfila. No nos importa. A las puertas de la noche más hermosa del año, y con esta conjunta tierra santa envuelta, por enésima vez, en la violencia de la guerra, nos sirve de pátina para proclamar un par de palabras que, observen, también comparten casi la misma morfología: shalom, dicen los judíos; saalam, dicen los árabes; paz clama el resto del mundo.
En esa zona, y en todas las que aún sufren la violencia y la guerra.
Felices Pascuas para todos.