El descanso apenas exige equipaje. Tanto si decidimos reposar en países lejanos o al pie de casa, la ligereza de nuestra maleta debe marcar nuestros pasos. Aparquemos en la oficina los pesados fardos de la responsabilidad, la razón, los asientos contables, los márgenes o la tiranía de los presupuestos y carguemos nuestra mochila con el único peso de nosotros mismos. La ligereza que proporcionan nuestros amores y nuestros sueños. Y, sobre todo, carguen con su gente. Esa que nunca pesa.
Descansen ligeros. Nos vemos a la vuelta.