Ya no hace falta cerrar los ojos ni dejarse llevar por la imaginación para divisar infinitos campos y preciosos cielos azules porque ya divisamos el horizonte que exhibe nuestra particular isla de descanso. Algunos volverán al lugar donde nacieron y otros disfrutaremos, sin ataduras laborales, del sitio de nuestro recreo. Unos preferirán el sol, la espiga y, por qué no, el deseo; otros optarán por la nieve o el huracán; y muchos más se refugiarán en el mar y en la maravillosa bandeja de plata que dibuja en el horizonte.
Qué más da. Todos sabemos dónde se sitúa el sitio de nuestro recreo; un lugar en el que se conjuran, a partes iguales, el silencio, la brisa o la cordura; junto al aliento que insuflamos, de vez en cuando, a nuestras particulares locuras. Nieve y fuego. Y también deseo.
Disfruten mucho de él en este merecido tiempo de descanso.
Nos vemos a la vuelta.