Apenas un puñado de días faltan para cerrar el año. Un año 2018, intenso y apasionante, en el que no vamos a olvidar dar las gracias.
Lo primero, quizás lo más importante, gracias a todos aquellos que nos ayudaron a completar un año espléndido. Sin escribir nombres, ellos saben quiénes son.
Gracias porque en la editorial hemos hecho nuestro el lema “E Pluribus unum” (“De muchos, uno”). Es la esencia de casi todo.
Gracias por los amigos. Esos que siempre permanecen.
Gracias por aquellos que supieron reinventarse. Sin pedir nada a cambio, hicieron crecer su valía.
Gracias por las pequeñas victorias, los achuchones y las reconciliaciones.
Gracias por las cañas compartidas.
Gracias por las mañanas somnolientas y, tras ellas, esos buenos días dichos de corazón a la entrada de la oficina.
Gracias por los domingos al sol y por las noches de juerga. Ambos necesarios.
Gracias por los cabreos y por las derrotas, por esas lágrimas que se escapan en los fracasos. Sirven para hacernos más fuertes.
Gracias por los buenos consejos. Y también por los malos. Nos indicaron también el camino correcto.
Gracias por escapar de los miserables y de aquellos que no saben a qué sabe la generosidad.
Gracias por aquellos que se esfuerzan a diario y que arrancan cada mes, cada trimestre y cada año como si fuera siempre el primero.
Y, gracias, finalmente, por creer que todo vuelve a nacer en 2019.