Todavía es posible encontrar destinos comunes y horizontes que nos conduzcan a la concordia. Parece algo imposible pero es cierto y, posiblemente, hoy no lo creerán pero mañana sí. Existen, todavía, lugares que llaman, unánimemente, al consenso y que conservan, a pesar de miles de cruzadas y cambios de embajadas, una magia perpetua. Emiten, sin descanso, un esplendor que no pierde brillo y que guía, año tras año, siglo tras siglo, hasta ellos a un reguero de gente que exhibe tanta diversidad como riqueza. Cada uno, por su propio camino, acaba recabando en el mismo destino. En la noche del 24 del diciembre, por una vez, nuestro horizonte es idéntico. El de todos. Sin banderas. En la madrugada más hermosa, este año, reivindicaremos la concordia. Y la esperanza.
Un año más, Felices Pascuas.