En este bendito país en el que moramos hay cuestiones en las que todos (y todas) creemos ser grandes entendidos. Pasa, por ejemplo, con el fútbol, en el que una amplia mayoría de los aficionados cree dirigir mejor que Ancelotti; o, con la política, en la que quien más, quien menos se ve sentado en la amplísima mesa en la que se celebran los Consejos de Ministros departiendo órdenes a diestra y siniestra.
El periodismo, y en parecida sintonía la literatura, son otros ámbitos en los que muchos creen tener las habilidades necesarias para competir de tú a tú con cualquier plumilla, si decide aplicarse en el terreno “escrito”; locutor, si prefiere las ondas; presentador, si sabe que le ama la cámara; o reportero, si decide tirar de “alcachofa”. El campo es tan grande como el arrojo.
Hay que tener en cuenta que la manera tan brutal en la que han mutado las reglas por las que se rige la profesión periodística ha contribuido a esta “invasión”. Primero, y sin lugar a dudas, ha pesado el tsunami digital. Una ola, que sigue anegando todo, y que ha obligado a los plumillas a primar velocidades, a elevar plegarias a San Google y a hincar codos, jornada sí y otra también, para ser especialistas en SEO. Y en estas lides, algunos y algunas, que no saben de qué color se pintó la Facultad de Ciencias de la Información; y que, por supuesto, no saben qué es una letra unida a otra, ni tampoco ubicar comas de vez en cuando para tratar de que la gente no se asfixie; sí presumen de un amplísimo bagaje digital, enarbolando, con “destreza informativa”, teléfonos inteligentes y redes varias como You Tube, TikTok o Instagram. Incluso Linkedin. Es una especie, por ejemplo, que cree que practicar el género de la entrevista está al alcance de cualquier homínido que le guste la charla al abrigo de un buen Ribera. ¿Quién dijo que no es posible competir de “tú a tú” con Rosa Montero en este “sencillo” y accesible arte? Arrojo tienen.
La última bizarría lleva el sello de publicaciones lideradas por profesionales que nunca mamaron de la letra ni de la comunicación. Son personas muy expertas en otras lides, a las que consagraron formación y desarrollo profesional, y que les han dicho, y ellos así lo creen, que juntar letras es una actividad al alcance de cualquiera. Y que liderar el contenido es tan «sencillo» gestionar las TI en sus empresas. La democratización, por tanto, ha inundado el periodismo; oficio para el creen que cualquiera vale.
Navegamos, por tanto, las editoriales, en un complejo mar en el que no resulta sencillo enarbolar el valor. En un mercado en el que el contenido se ha convertido en estandarte de las estrategias de marketing, los profesionales de la comunicación han tenido que asumir tareas que nunca antes desplegaron. Y, al contrario. Supervivencia obliga. Sin embargo, es importante respetar competencias y labores. Aunque no resulte sencillo armar un buen barco para navegar con tanta competencia sí se torna esencial que cada labor marítima recaiga en el marinero adecuado. Por respeto a las leyes de la navegación. Contar con una tripulación formada en todas y cada una de las tareas necesarias para llevar a buen puerto el velero es fundamental para que todos disfrutemos de las regatas viendo cómo se respetan todas y cada una de las profesiones. Sin lugar a dudas, invertir en personal especializado asegura la mejor singladura.