Apenas un día para dar por finiquitado este 2022. Menudo año. Si 2020 estuvo marcado por la terrible irrupción del bicho y 2021 por sus sucesivas olas de azote, 2022 ha sido el ejercicio de la guerra. Aunque no solo eso. En 2020 recordamos a qué precio se vende un beso y cuánto cuesta un abrazo. Y sobre todo el valor, incontable, que tiene la medicina y las personas que consagran su vida a su desempeño. Parecido panorama se pintó en 2021; en este caso arropado de dramáticas situaciones sociales, provocadas por las consecuencias económicas que el bicho trajo consigo. Y, en estas, aterrizó un 2022 que nos ha hecho recordar a los “soberbios” europeos que la guerra también duerme a nuestro lado. Y no solo eso: el dúo que componen la inflación y la recesión parece acampar a sus anchas. Del otro lado, el aterrizaje del maná de los fondos NextGenerationEU. Como alivio y para tratar de compensar.
Menuda triada de años. Tremenda riada de dificultades. Vorágines de crisis que han vuelto del revés muchos de nuestros credos. Nos creíamos tan poderosos y, en un suspiro, el peligro se viste de zar o de bicho y fulmina nuestro bienestar. Sin embargo, recuerden que el ser humano renace siempre. También en 2023. Solo es necesario mantener, incólume, un centro de gravedad permanente. Lo cantaba el maestro Franco Battiato. Un centro de gravedad que no varíe lo que uno piensa de las cosas y de la gente. Y que nos ancle a lo que somos. Por encima de todo. En 2023 y siempre.
¡Feliz año!