Nos bastan 3 deseos. Ni uno más. Tres peticiones sencillas puestas a los pies de un niño recién nacido. Tres deseos, uno para cada uno de aquellos Magos que se postraron ante el tierno infante hace ya más de dos mil años (recuerden que lo de darles el nombre de Reyes vino después, en el medievo).
No vamos a pedir oro. El metal que simbolizaba su condición de rey lo vamos a cambiar este año por una vacuna universal. Una que nos revista de majestades. Independientemente de nuestras herencias genéticas y de nuestra procedencia racial. Y de a quién recemos cada noche.
El incienso, símbolo de su condición divina, lo vamos a mutar en soplos, cálidos, de responsabilidad y de miradas de frente. De trabajo para todos y de solidaridad. Sin bajar la guardia.
Y la mirra, que apela a su identidad humana, la que le vincula a lo que somos, la cambiaremos por toneladas de “nuevas” mascarillas que dejen ver, de nuevo, nuestras sonrisas. Esas que perdimos a principios de este 2020. Que sean máscaras que potencien la expresión de nuestros ojos. Y que, mágicas, nos sigan protegiendo y con las que protejamos a los que nos rodean.
Feliz 2021.