El panorama digital ha experimentado un cambio radical. Mientras que los profesionales de la ciberseguridad se han centrado tradicionalmente en proteger a los usuarios humanos —lo que incluye proteger sus contraseñas, implementar la autenticación multifactorial y supervisar sus patrones de acceso— ha surgido silenciosamente un nuevo vector de amenazas que se ha convertido en la fuerza dominante en la seguridad empresarial. Según Gartner, las identidades no humanas (NHI) superan a las identidades humanas en una proporción de 45:1, pero siguen siendo en gran medida invisibles para los marcos de seguridad tradicionales. Esto pues las empresas se centran principalmente en las identidades humanas.

Esta disparidad se hizo evidente cuando los investigadores descubrieron recientemente 12.000 claves API y contraseñas activas incrustadas en el conjunto de datos Common Crawl, un enorme repositorio de datos web utilizado para entrenar modelos de lenguaje (LLM). Estas credenciales expuestas representan algo más que una simple violación de datos. Ponen en evidencia un punto ciego fundamental en la forma en que las organizaciones abordan la seguridad de las identidades en un mundo cada vez más automatizado.
Las implicaciones van mucho más allá de las preocupaciones tradicionales en materia de ciberseguridad. A medida que los modelos de IA ingieren grandes cantidades de datos web durante el entrenamiento, absorben inadvertidamente estas vulnerabilidades de seguridad. Creando un bucle de retroalimentación en el que los sistemas de aprendizaje automático se convierten tanto en víctimas como en vectores de la exposición de credenciales. Este fenómeno representa una nueva categoría de riesgo de seguridad que las defensas tradicionales, basadas en el perímetro, no están preparadas para manejar.
Las NHI abarcan cualquier entidad digital que requiera autenticación para acceder a sistemas, servicios o datos sin intervención humana directa. Las cuentas de servicio autentican el acceso a las bases de datos para las aplicaciones, las claves API permiten la comunicación de los microservicios, los tokens OAuth facilitan las integraciones de terceros y los certificados TLS protegen las comunicaciones entre dispositivos. El auge de DevOps e Infraestructura como Código (IaC) ha amplificado esta tendencia, creando entornos de ejecución temporales y cientos de servicios automatizados que dependen de credenciales dinámicas.
El reto es doble, la codificación rígida de credenciales y privilegios excesivos facilitan el movimiento lateral de los atacantes, mientras que la falta de gobernanza del ciclo de vida de estas identidades genera vulnerabilidades persistentes, a lo que ha que sumar la complejidad añadida que traerá la próxima ola de NHI impulsada por IA.
Para responder a esta nueva realidad, las organizaciones deben implementar marcos de seguridad adaptativos, gestión de secretos a escala, análisis de comportamiento de máquinas e integración con DevSecOps. Adoptar un enfoque de Zero Trust para NHI, donde cada interacción máquina a máquina sea autenticada, autorizada y registrada, ya no es opcional. La seguridad de las identidades no humanas ha dejado de ser un detalle técnico, es la columna vertebral digital de la empresa moderna.




































































