Solo nos basta una estrella. Una única luz para iluminar este tenebroso ejercicio. Pensarán muchos que, ante tanta tiniebla, ante tamaña oscuridad, una única candela no servirá ni para dar luz a un piojo. No se equivoquen. Hay estrellas que iluminan, por sí solas, el firmamento entero.
Imaginen una luz perpetua. Una capaz de resistir pandemias, dolores, soledades y pérdidas. Aunque sea de noche, nos numeren en la mesa y el cansancio apriete. Una luz construida, en el año más complicado de nuestras vidas, con lo mejor del ser humano. Y encaramada en un portal.
Una luz que conduce a casa. Que es, no lo olviden, el corazón de cada uno. Miren arriba, busquen su estrella y recuerden que la oscuridad no tuvo nunca la última palabra. Ni este año, ni ninguno.
Felices Pascuas.