2020. Tan bello número, para nombrar un año, merece un empoderamiento. Un término, que presume de popularidad en los últimos tiempos, y que, recordemos, señala la capacidad de conceder autoridad a alguien para hacer algo o dotar de poder a todos aquellos que están en situación desfavorecida…
Qué hermoso sería conceder autoridad, máxima, al diálogo. Al de verdad. No al monólogo travestido de soberbia, que algunos definen como pacto, sino al que diseña un espacio común en el que se concede tanto como se recibe.
Abogamos por hacer poderosa la diversidad y por habitar en un espacio común en el que la riqueza se construye desde la singularidad.
Empoderamos el gusto por la batalla. Que no por la guerra. Dar poder a la lucha diaria, a levantarse cada mañana para darlo todo.
La máxima autoridad a la honestidad. No hace falta explicar de qué pasta está hecha. Los honestos lo saben. Y, sobre todo, lo “sufren”.
La sonrisa es enormemente poderosa. Sin discusión.
Damos poder al fracaso. Sí. Ese del que se aprende. Del que uno se levanta para luchar por superarlo. Y que te hace más fuerte. Más poderoso.
La fortaleza, máxima, para los equipos. Los buenos. Los que pelean juntos. Los que saben que la victoria del grupo es el triunfo de todos.
Empoderamos las ciencias. El gusto por el “STEM” que es un “step” hacia el progreso y la innovación.
Y, por supuesto, las letras. La base de la comunicación. Y el pilar de las ciencias. Que a nadie se le olvide.
No estamos por empoderar a la mujer. Ya es poderosa. Solo hace falta visibilizar su poderío.
Y, por último, empoderamos a los Reyes Magos. Ellos, sin discusión, y por encima de otros “dadivosos importados”, son magos generosos, amigos poderosos, hermosos hermanos y, sobre todo, los mejores padres del mundo. ¿O no?
¡Feliz 2020!