No faltó Carme Artigas a la cita santanderina del tradicional evento de AMETIC. La actual copresidenta del órgano consultivo de alto nivel sobre inteligencia artificial de Naciones Unidas fue la encargada de reflexionar sobre la tecnología de moda, recordando el hito, ese sí que incuestionable, de que la Unión Europa haya sido la primera región del mundo en redactar una ley de inteligencia artificial. “Hemos marcado el camino que han seguido ya más de 60 países, entre ellos China o Estados Unidos”. Se trata, indicó, de asegurar la confianza tanto al consumidor como al ciudadano. Es una ley que genera certidumbre. “Va a definir un marco para que se pueda adoptar con tranquilidad”.
Una ley que, sin embargo, no sitúa al viejo continente en cabeza de su uso ya que mientras que el 55 % de la industria americana y el 77 % de la china la utiliza, solo el 15 % de las empresas europeas hacen uso de ella. “El factor clave es cómo utilizamos la IA para generar ventajas competitivas en factores como la productividad”. A su juicio, como ya repetía en su antiguo desempeño de secretaria de estado, la inteligencia artificial es “la gran transformadora de todos los modelos de negocio que conocemos y permite avanzar en los campos científicos y médicos”. Es lo que va a “revolucionar los próximos cinco años; un periodo en el que se van a definir los ganadores y los perdedores de las próximas dos décadas”.
Trabajo en Naciones Unidas
Artigas forma parte del Consejo Asesor de la inteligencia artificial para Naciones Unidas del que forman parte 39 personas, de todas las partes del mundo, y que ha elaborado un informe que verá la luz a mediados de este mes de septiembre. Antes, ya avanzaron un informe previo que trataba de resolver dos preguntas: ¿por qué hay que gobernar la IA y qué hay que gobernar? Tras la presentación del informe final, ante la Asamblea de Naciones Unidas, habrá una votación que dilucidará la adopción de las medidas propuestas. “Si no se aprueban, no existirá una gobernanza global”, alertó.
Artigas distinguió entre ética y gobernanza. “Todas las grandes compañías tecnológicas tienen guías éticas, que está muy bien, pero la gobernanza define aquellos mecanismos para que esas guías éticas se apliquen, con unos pactos globales”. No se trata, puntualizó, de coartar el desarrollo, sino de que “la inteligencia artificial sirva para mejorar la humanidad”. Artigas alertó de que existe, como en toda revolución tecnológica, una discrepancia entre los beneficios y los costes. “Hay que repartirlos de manera equitativa en todas las sociedades y en todos los países del mundo”.
Es esencial, remarcó, ponerse de acuerdo a nivel global sobre los mecanismos de gobernanza de la IA. “De todas las grandes iniciativas internacionales que existen para ello, solo hay siete países en el mundo que están en todas y hay 118 países que no están en ninguna”. Un panorama que señala que el sur, por el momento, está excluido del desarrollo de esta tecnología. “La IA se está desarrollando en el norte, con datos, capacidades de computación y chips de esta zona”, explico. Por tanto, “¿cómo vamos a pretender que haya una igualdad en los beneficios, si no hay una igualdad en el acceso?”, se preguntó.
“Todas las grandes compañías tecnológicas tienen guías éticas, que está muy bien, pero la gobernanza define aquellos mecanismos para que esas guías éticas se apliquen, con unos pactos globales”
En la inteligencia artificial, continuó, el equilibrio de poder se concentra en muy pocas manos. “La gran oportunidad es cómo garantizamos que el desarrollo y los beneficios de la IA impacte en todo el mundo y, sobre todo, que no quede excluido el sur global”.
Existe, por tanto, un gran déficit en esa gobernanza. “No están incluidas todas las naciones del mundo. Hay un déficit de representatividad y de acceso a los elementos básicos de esta revolución, que son los datos, el talento y la capacidad de computación. Esos son los problemas que tenemos que resolver”. Por último, se refirió al déficit de la responsabilidad si hay un incidente de IA y cómo se coordina una respuesta de emergencia global. “No existen aún estos mecanismos y hay que ponerlos en marcha antes de que algo ocurra”. Además, explicó que es la única tecnología, hasta el momento, que puede seguir evolucionando sin intervención humana, “lo que la hace particularmente única”. También por su desarrollo desde el ámbito privado: apenas un 10 % corresponde a lo público. “No hay una obligación de publicar, por lo tanto, no hay transparencia. Necesitamos transparencia en lo que son los beneficios y los riesgos de la IA”.
Por último, abogó por promover la adopción de la IA, por ejemplo, para la mejora de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). “Hay grandes oportunidades pero es importante que lleguemos a acuerdos globales. No es fácil porque en este entorno hay muchísima geopolítica, pero es importante que, entre todos, tanto el público, como el sector privado, consigamos realmente que la inteligencia artificial funcione para el bien de la humanidad”.