Es inquietante, pero real: cuando una empresa sufre un ciberataque, la amenaza no desaparece con el primer susto. Todo lo contrario. Según diversos estudios, entre el 70 % y el 80 % de las organizaciones atacadas vuelven a ser blanco de los delincuentes. ¿Por qué?
Muchos empresarios respiran aliviados tras una intrusión: las pérdidas ya han sido asumidas, los sistemas se han restablecido y se sigue adelante. Pero esa sensación de haber superado la tormenta es engañosa. El crimen cibernético no funciona como un atraco aislado, sino como una industria.
El vertiginoso desarrollo de la inteligencia artificial viene acompañado de un fuerte aumento de los delitos cibernéticos: la IA se ha convertido no solo en una herramienta poderosa en manos de los atacantes, sino también en un facilitador del propio proceso de intrusión, haciendo que las ciberagresiones sean accesibles incluso para personas sin conocimientos técnicos avanzados.
“La IA se ha convertido no solo en una herramienta poderosa en manos de los atacantes, sino también en un facilitador del propio proceso de intrusión, haciendo que las ciberagresiones sean accesibles incluso para personas sin conocimientos técnicos avanzados”
Y luego está la sobreexposición de las empresas. Información fiscal, datos legales, contactos y perfiles están a disposición de cualquiera que sepa dónde buscar. Para un ciberdelincuente, encontrar una pyme con ingresos medios y protección débil es tan fácil como seleccionar un menú. Y más aún cuando estas empresas están creciendo y aún no han profesionalizado su seguridad. Son rentables, visibles… y vulnerables.
Lo más alarmante es que muchas organizaciones, incluso después de un ataque, no corrigen las brechas por las que fueron vulneradas o lo hacen a medias. Los ciberdelincuentes lo saben. Observan, toman nota, y si ven que no hubo mejoras reales, vuelven. Y si además la empresa pagó un rescate, mejor: ya demostraron estar dispuestos a rendirse. ¿Por qué no intentarlo de nuevo?
La solución no es sencilla, pero sí posible. No se trata de ser invisibles, porque eso es imposible en un mundo digitalmente transparente. Se trata de dejar de ser interesantes. De hacer que atacar tu empresa no valga la pena. ¿La solución? Convertir tu empresa en un objetivo poco interesante. Hacer que atacarla no sea rentable.
Y para eso no se necesitan millones. Existen medidas simples, al alcance de cualquier pyme: copias de seguridad fiables, una estricta política de contraseñas, autenticación multifactor, actualizaciones constantes, control de accesos a la red y nuevos servicios de ciberseguridad que han empezado a surgir y que ya son accesibles también para el pequeño y mediano negocio. No son magia, pero sí barreras reales que aumentan el coste del ataque y reducen su probabilidad de éxito.
Lo más importante es cambiar el enfoque. La ciberseguridad no es un gasto técnico, es una inversión estratégica. Protege activos, evita pérdidas y garantiza la continuidad del negocio. Es, sencillamente, una forma de sobrevivir en un entorno hostil. Porque hoy, la pregunta no es si te atacarán, sino cuántas veces.